Crema verde

No, ni dieta, ni détox,  ni similares. Verdura. En enero, y en julio, en cualquier momento y a cualquier hora. Porque,  no nos engañemos, los postres son maravillosos, pero no nos alimentamos de ellos. En el tiempo que llevo con el blog he aprendido a hacer mucha repostería que de otro modo nunca hubiera imaginado que era capaz de hacer en casa. Es divertido, y tiene mucho que ver con el hecho de que el blog es un hobby y que cuando tengo tiempo para pensarlo, organizar compra, y tiempos de levados y demás, la repostería es el tipo de receta que antes y más me apetece hacer. Me lo paso tan, tan, bien probando nuevas recetas de repostería que a temporadas me olvido de incluir otras recetas aquí.
Normalmente, cuando cocino nuestras comidas habituales no tengo tiempo para las fotos. Otras veces, no me parece que sean recetas interesantes que merezca la pena compartir, porque todas podemos cocinar más o menos en automático y no le damos ninguna importancia a esa tarea diaria.  Pero hace un tiempo que mi hija L ha empezado a adelantar su cuenta atrás hacia la universidad y aunque todavía le falta bastbante para eso, me pidió que le pasara recetas. 
Fácil, ¿no? Yo pensé que era lo más sencillo del mundo. Están todas publicadas en el blog, no tendrás problema. Hasta que ella empezó a decirme qué cosas quería saber hacer y me di cuenta de dos cosas: 
La primera, que quieres llevarte los sabores de casa  contigo cuando vayas a explorar el mundo por tu cuenta. Y pensé que eso es una gran idea. Porque no importa lo que pase fuera, pero saber que al volver a casa te espera ese sabor que te reconforta y te hace sentir en tu sitio, te dará fuerzas para comerte el mundo. O al menos, te ayudará a que, cuando intente devorarte, tú puedas coger fuerzas y volver con ganas a enseñarle quién eres. También, y de forma más prosaica: que, como mínimo, estarás bien alimentada con sabores familiares. Y como mami, eso también es importante.  
Y la segunda, que en el día a día cocino muchas cosas muy sencillas y muy rápidas que son perfectas para aprender a cocinar. PERO que no están publicadas en el blog. 
En ese momento se unió mi otra hija y entre las dos me hicieron una lista muy, muy, larga de las recetas que necesitan. Ahora mismo son como 60 más o menos. Y estoy segura de que seguirá creciendo. Algunas de ellas sí están en el blog, así que técnicamente, pueden encontrarlas aquí. Pero la gran mayoría no.
Tengo unos cuantos meses por delante para preparar ese e-book con las recetas de casa que quieren llevarse y tener a mano.
Y, en el proceso, para compartir aquí también algunas de esas recetas para principiantes, que casi, casi se hacen solas: sencillas, rápidas, para el día a día y que para nosotros tienen sabor a casa.
Nuestra pequeña historia de sabores hecha de la cocina de mi madre, de mis años en el piso de estudiantes, de cocina mallorquina, de supervivencia con niñas pequeñas, de currys y cenas que se hacen en un solo cacharro. La geografía de nuestra memoria, que imagino que si llega el caso, no solo les quitará el hambre, sino que les hará sentir en casa.
Así que volviendo a la receta de hoy, esta es una de esas recetas que no tienen ninguna complicación y con la que comes un par de raciones de verduras de una forma muy fácil. Una de las mejores formas en las que siempre, siempre, siempre, me apetece comer verdura es en forma de crema o de sopa, según los días. Esta receta lleva escrito INVIERNO en letras mayúsculas. Y tiene la virtualidad de que se puede hacer con ingredientes que casi seguro que tienes en casa, incluso cuando crees que no tienes nada en la despensa. Si no tienes brócoli fresco, úsalo congelado, si no tienes guisantes congelados, úsalos de bote, si no tienes caldo de verduras, hazlo con un cubito o añade agua y luego ajusta de sal. Si te apetece ponerle otras verduras, adelante. Las cremitas de verduras son una auténtica maravilla en invierno: Si quieres, añádele queso rallado, o unos restos de pollo asado o cocido, y con un poco de pan tendrás una comida ligera perfecta para llevar al trabajo en un táper. Y si haces cantidad, congélala en porciones de ración. Cuando vayas a usarla, descongela preferiblemente en el frigo la noche anterior, y deja que de un buen hervor antes de servirla. Y voilá, un tazón humeante de cremita de verduras para hundirte en el sofá con una mantita.
No es mal plan para estas noches de enero, ¿no crees?
Crema verde - Brócoli, guisantes y yogur especiado
Ingredientes
1 cuchara de aceite de oliva
1 cebolla
1 diente de ajo
400 gramos de brócoli
300 gramos de guisantes congelados
200 gramos de patata
1 litro de caldo de verduras
Un manojo pequeño de menta, perejil o albahaca (opcional)
1 limón (zumo y ralladura)
Yogur natural sin azucar (para servir)
Pimienta (rosa o negra para servir)

Preparación
Pica la cebolla en brunoise y sofríe en el aceite en una sopera, unos 10 minutos, hasta que esté translúcida y suave. Añade el ajo prensado o picadito muy menudo, y cocina otro minuto más. Añade el brócoli en floretes, los guisantes y la patata cortada en cachelos, y vierte el caldo por encima. Lleva a ebullición, reduce el fuego a medio-bajo, y deja que cueza despacio unos 25 minutos. Añade las hierbas si las usas, la ralladura y el zumo del limón, y bátelo todo hasta tener una crema suave y homogénea. Rectifica de sal, y sirve. Decora con un poco de yogur natural sin azúcar y un golpe de pimienta al gusto.

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