Todas las que hayáis tenido que cambiar de ciudad (y sobre todo de país) entenderéis perfectamente esto. Hay un par de cosas que son una tortura cada vez que haces una mudanza. Más allá del empujón inicial, una vez instalada, yo siempre tengo que enfrentarme -con una suerte desigual, todo hay que decirlo- a esas pequeñas cosas del día a día que parecen una frivolidad pero que son un auténtico fastidio. Para mí hay dos cosas básicas en esta categoría:
Uno: encontrar peluquería
Dos: manejarte con las tiendas de ropa.
Y no, no os confundáis. Si las dos cosas son un problema no es porque para
mí un día ideal sea ir de tiendas y terminar dándome un capricho en la
peluquería. Más bien, todo lo contrario. Lo creáis o no, yo soy de esa clase de
mujeres para las que ir de compras no es un pasatiempo, sino una obligación.
Así que cuando no eres demasiado fan de ninguna de las dos cosas, pero tienes
que hacerlas y el resto del mundo es testigo de tu dudosa habilidad para ambas,
lo de estar teniendo que empezar de cero cada vez es una pequeña tortura.
Sí, claro que parece una frivolidad, pero cuando tienes un pelo mediterráneo
(grueso, ondulado y con volumen) que no todos los peluqueros saben manejar, imagínate
lo difícil que es encontrar a tu nuevo Rupert en cada nuevo sitio.
De todos modos, lo mío es de nota, porque incluso cuando no era yo la que se
movía, se me mudaban los peluqueros. En Palma hubo un chico que consiguió que
las visitas a la peluquería no fueran un disgusto seguro, sino que hasta me
gustase (cosa bastante improbable, porque no cualquier peluquero ha estado a la
altura de mi melenaza, -ahí lo dejo). Para cuando ya nos habíamos acostumbrado
el uno al otro, me partió el corazoncito al decirme que se mudaba a Ibiza. Los
años siguientes fueron un cambio de peluquería de nombre en peluquería de nombre,
hasta que me harté de pagar el nombre de franquicias en las que me cobraban una
pasta por un servicio digamos que mejorable, por aquello de no hacer sangre, y
terminé probando las peluquerías de barrio que tampoco eran tan
diferentes.
Pero entonces tenía un pelo largo que podía aguantar mejor según qué
desastres. Ahora tengo otra vez el pelo muy corto. Y no puedo evitar necesitar
a mi Rupert más a menudo. Y eso no es tarea fácil. De momento aquí estoy
haciendo otra vez la ruta de las peluquerías más o menos conocidas, porque me
impone acabar teniendo que llevar gorro durante semanas. Pero to be honest, como dicen por aquí, no
estoy nada convencida. Solo espero que mi Rupert esté por ahí, en alguna parte,
esperando a que lo encuentre y así poder dejar de agobiarme cada vez que me
toca cortarme el pelo.
Como podéis ver, la cosa tiene bastante poca gracia. Pero además, está la
segunda parte. No sé si os pasa a vosotras, pero para mí lo de volver a
encontrar los sitios en los que comprar ropa cada vez que me mudo me fastidia
también bastante. Cuando no eres fan de ir de compras lo más probable es que
evites hacerlo hasta que ya no queda más remedio: es decir, cuando necesitas
algo porque literalmente te hace falta. Y no, no me refiero al tópico “no tengo
qué ponerme”. Me refiero a tener que reponer vestuario desesperadamente porque
lo has estado evitando más tiempo del que tú misma sabes que es razonable. Pero
es que yo me paso el día en una oficina que no tiene tiendas cerca (es decir,
no puedo irme a mirar escaparates en la hora de la comida ni nada parecido), y
cuando no estoy trabajando se me ocurren mil otras cosas que hacer antes que ir
de compras. Así que os podéis imaginar que cuando voy, a la segunda tienda en
la que me pruebo algo ya me satura, me canso, me aburro, me convenzo de que es
un rollo y vuelvo a casa con los mismos pantalones negros que tenía que
jubilar. Así que si eso me pasaba donde más o menos controlaba las tiendas y
las marcas en las que al menos podía encontrar mis habituales, imaginad mi
frustración cuando aquí tuve que empezar de nuevo. Un rollo mortal que sigo sin
tener resuelto. Sí, lo de Internet está muy bien, pero me sigue haciendo falta
probar la ropa para hacerme una idea.
No os podéis imaginar el disgusto que tengo desde que la única tienda de
Zara que había en Belfast está cerrada por reformas. Os sonará a chiste, pero
cuando no tienes pasión por la ropa, Zara es ese territorio familiar y conocido
que te asegura que al menos encontrarás tus habituales. Y llevan desde enero de
reformas. Y yo estoy huérfana de verdad. No os podéis imaginar el disgusto que
tengo. Seriously, people.
Así que para quitarme el sofocón, mejor mirar atrás y recordar que hace así
como 5 años que empecé este blog. Ha pasado no sólo mucho tiempo, sino también
muchas cosas. En el blog, en mi vida, en mi trabajo, en Internet, en el panorama
de blogs de cocina, en mi propio interés por la gastronomía y la cocina, en mi
propia dedicación al blog.
Pero supongo que de alguna manera el haber llegado hasta aquí no deja de ser
motivo de celebración. Mola mirar atrás y ver lo que he hecho y lo que he aprendido, y ver cada
foto y cada receta y cada comentario y recordar el momento exacto, lo que
aprendí, lo que me hubiera gustado hacer de otra forma, lo que está bien, lo
que me encanta. No sé si habrá un sexto año, pero los rituales tienen magia y
no soy quién para quitársela a este momento.
En los últimos años había vuelto a repetir la misma receta con motivo del
cumpleaños del blog. Pero como todo en este blog, nada está escrito en piedra,
nada es definitivo ni rígido, ni imposible de cambiar. Así que en lugar de los
pulla de canela que fueron mi primera receta y a la que me ha gustado volver
cada vez que el blog ha cumplido un año, hoy he preparado otra alternativa a
esta receta. Si he repetido tanto los bollitos de canela es porque a mi beta
tester le encantan. No los hago solo para el blog. Es una de las recetas que
más se repite en casa, porque es lo primero que me dice para acompañar un café
cuando hace unas semanas que no preparo nada. He probado muchas variaciones y muchas recetas
intentando mejorar la receta original. Ya sabéis que me aburro si siempre hago
lo mismo, qué le voy a hacer. Pero estoy considerando seriamente dejar de hacer
pruebas con esto, porque él mismo me dijo en algún momento: “en serio, que la
receta original no tiene ningún problema, si a mí es la que más me gusta….”
Esta de hoy me gusta porque los bollitos quedan algo húmedos y jugosos, y el
resultado es más que bueno. No, no son bollitos de canela finlandeses. En este
caso, son bollitos de canela tipo americano. Pero también están ricos y me
apetecía tener esta receta también aquí en el blog.
No tengo ni idea de lo que me va a traer el nuevo año del blog, pero quién
sabe, igual uno de estos días puedo pasarle esta receta a mi nuevo Rupert, si
lo encuentro y es goloso.
Feliz año.
Bollitos de canela (para unas 12 – 15 unidades)
450 gramos de harina de fuerza
50 gramos de azúcar
85 gramos de mantequilla
7 gramos de levadura de panadería
seca (1 paquetito)
2 huevos batidos
150 ml de leche entera
Aceite de girasol para pintar el
molde
Para el relleno
50 gramos de mantequilla
2 cucharaditas colmadas de canela
85 gramos de azúcar moreno
1 huevo batido para pintarlos antes de hornear
Pon la harina, azúcar y 1 cucharadita de sal en un bol. Añade la mantequilla
en trocitos y mezcla con las manos hasta conseguir una textura como de pan
rallado. Añade la levadura y los huevos batidos. Añade la leche y mezcla bien
hasta obtener una masa suave (es posible que tengas que añadir algo más de
leche). Bate con el gancho amasador de la batidora unos 7 minutos, o amasa a
mano unos 15 minutos, hasta que la masa esté
suave y lisa. Pinta con aceite la base de un bol y deja reposar la masa
cubierta de film de cocina o con un paño de cocina. Deja levar en un sitio
cálido durante una hora o hasta que haya doblado su tamaño.
Una vez haya levado la masa, amasa ligeramente para quitarle el exceso de
aire y extiéndela en un rectángulo trabajándola con un rodillo.
Funde la mantequilla, pinta la masa con la mantequilla derretida y
espolvoréala con la mezcla de canela y azúcar moreno, repartiendo bien por toda
la superficie. Si quieres, puedes añadir unas nueces u otro fruto seco al
relleno. Yo prefiero los rollitos clásicos, sin frutos secos.
Enrolla la masa como si hicieras un brazo de gitano, intentando conseguir un
rollo lo más apretado que puedas. Corta el rollo en piezas de tamaño similar.
Lleva los bollitos a una fuente apta para horno pintada con mantequilla. Pon
los rollitos en ella, teniendo en cuenta que crecerán mucho.
Déjalos de nuevo a levar, al menos otra media hora.
Píntalos con el huevo batido una vez hayan levado (si quieres, puedes
espolvorear algo más de azúcar moreno por encima) y llévalos al horno a 180º
durante 30 minutos.
Feliz cumpleblog Macu!! ¿cuando vienes por aquí? el Zara de Borne también está de reformas, pero siempre nos queda el de Avenidad y Porto Pi XD!
ResponderEliminarMil gracias, preciosa. De momento no voy a poder acercarme, pero a ver si hacemos por vernos pronto. Ya te sigo y te veo más cañera que nunca. cool!!!!
EliminarSi es que al final las cosas cotidianas son las que más nos importan. feliz cumpleblog!! estos bollitos tambien nos encantan en casa, yo los hago con nocilla, con mermelada...
ResponderEliminarMil gracias, Carmen. Un abrazo enorme.
EliminarOhh...5 años!!! Increíble como pasa el tiempo, felicitaciones, siempre me encanta leer y encontrar tus recetas.
ResponderEliminarOye, y nos frivolidad, nada, yo creo que es básico encontrar LA peluquería, la que mejor se acomode a ti, e imagino que en un país extraño la cosa se complica, más aún si están en otro idioma.
No, si ya tengo mi vocabulario, no creas :-) mil gracias por tus felicitaciones. Me encantan siempre tus comentarios.
EliminarUn beso.
Felicidades!! Y espero que sean muchos más y yo los vea, jeje.
ResponderEliminarNo te preocupes, tarde o temprano encontrarás a tu peluquero ideal, yo quizás lo pasaría peor con encontrar una tienda de zapatos, jeje.
Un beso fuerte!
Lo de los zapatos no lo llevo mal... de momento! Un abrazo enorme
EliminarComprendo tu pequeño drama cotidiano. Para mí el tema de la peluquería también es espinoso, y sin tener que cambiar de país, ciudad y casi ni siquiera pueblo. ¡Feliz inicio de tu 6º año bloguero! Huelga decir que estos bollitos de canela tienen una pinta...
ResponderEliminarMil gracias por estar ahí, siempre. Un besazo
ResponderEliminarYo te entiendo, estoy intentando cambiar de peluquería ¡en mi propia ciudad!, y no termino...con lo que fueraaaaaa.....cuando yo vivía en Londres primero y luego en Rochester (USA), no tenía estos problemas, no tenía necesidad de teñirme cada 15 días....que es lo que me pasa ahora..así que optaba por peinarme en casa....pero si fuera ahora, probablemente me dedicaría a probar cada mes una diferente....hasta encontrar la que me gustara.......y si les llevas estos rollitos reina....¡caeran rendidos a tus pies!.....somos gemelas de blog, el mío hará 5 años en Octubre también.
ResponderEliminarBesos guapa
Marialuisa
Me encantan estos rollitos de canela y hace tiempo que no los hago , además esta receta es diferente a las que tengo ... besos
ResponderEliminar¡Muchas Felicidades! Cinco años dan para mucho. Te empecé a leer con los bollitos de canela del primer aniversario y me ha encantado ver hoy otra vez los bollitos de canela. Casi hasta me he emocionado porque cuando te leí por primera vez estaba con una excedencia por el nacimiento de mi hija que cumple los cinco años en noviembre. Echo la vista atrás y pienso ¡Cómo cambia la vida! Pero hay algún que otro referente que nos recuerdan los que fuimos y me he dado cuenta que tus bollitos de canela son uno de ellos. Muchas gracias y a seguir.¡¡¡ ya deseando leer los bollitos del años que viene!!!
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