Galletas de chocolate

Esta entrada debería ser en realidad "Galletas de chocolate con forma de hombrecitos de jengibre que tenían que haber sido una casa" y es que últimamente apenas tengo tiempo para el blog. No es que no me apetezca, de hecho, incluso tengo unas cuantas recetas preparadas para publicar, pero es que parece que las cosas se ponen de acuerdo para que pueda dedicarle mi tiempo, mi atención y mis energías a todo menos a esto. 

En la parte buena yo pondría que estoy cocinando. Estoy cocinando y mucho. Y eso, sea o no sea para publicar en el blog, me gusta, me hace feliz y hace felices a los que me rodean. Y tengo tantas otras cosas en las que poner mi energía que a menudo tengo que recordarme que esto sigue aquí.
Entre las cosas que he cocinado últimamente están dos roscones de reyes que hice con la misma receta de siempre, que sigue saliendo igual de buena que siempre. Aquí, sin embargo, no tengo levadura fresca y tengo  que apañarme con la liofilizada, así que el primer intento quedó bueno de sabor, pero más compacto de lo que debería. El segundo, ya para el día de reyes, que celebramos aquí, quedo perfecto. Tanto, que tuve que congelarlo o lo hubiéramos devorado de una sentada. Eso sí, el día 6, que mis hijas volvían al cole, se fueron felices de la vida después de haber desayunado roscón y haber abierto sus regalos, a explicarles a sus amigos que los reyes saben dónde vivimos, y que siguen parando en nuestra casa.

Y luego he hecho cosas absurdas, que no tienen nada que ver conmigo, como intentar hacer una casa de jengibre antes de Navidad, porque cayó en mis manos esta revista y mis hijas me liaron para hacerla un fin de semana antes de vacaciones.

Así que, muy a mi pesar, porque lo de las decoraciones y los trabajos manuales en la cocina no me interesa en absoluto, pero presa de un espíritu navideño digno de mejor causa, imprimí la lista de la compra, compré los ingredientes, y me preparé para un fin de semana de jugar a construir casitas y decorarlas con mis hijas. 


Cometí un error de principiante. No sé si presa de la emoción o simplemente de las prisas y los miles de otras cosas que estaba haciendo al mismo tiempo, pero por algún motivo, no leí la receta entera. Y eso, que es algo básico, que es algo que yo siempre recomiendo a todo el mundo, fue una gran tontería. Porque para cuando tenía la mesa llena de todo lo que os podáis imaginar y un poco más, para cuando había imprimido las plantillas para las distintas piezas y estaba pertrechada de paciencia para la que se me venía encima, entonces seguí leyendo la receta y me di cuenta de que las cantidades de masa eran una barbaridad –pero bueno, hay mucho que construir me dije, yo que soy nueva en estas lides-. También había bastante que esperar entre la preparación de la masa y el momento de poder usarla, lo cual, cuando trabajas con niños es un rollo porque su paciencia es algo que, simplemente, ni está ni se le espera. Pero con las galletas de mantequilla pasa lo mismo, me dije –debía de ser mi espíritu navideño el que seguía dando una respuesta a cada tropiezo del camino-. El problema llegó cuando vi que hacían falta varios días para construir la casa de marras. No daba crédito. Pero si es más rápido hacer una casa prefabricada de verdad que montar esa cosa. Y además necesitaba media cocina para dejarla quieta mientras las piezas secaban. ¿Quién tiene tiempo/ganas/sitio/paciencia y estómago para hacer algo así y  luego comerlo? Para mí esto ya era demasiado. Así que como la masa estaba reposando en el frigorífico, decidí que el plan se cambiaba sobre la marcha y saqué el corta galletas de los hombrecitos de jengibre, y en un momento tuvimos un ejército de muñequitos de chocolate. Una, dos, tres bandejas se fueron llenando en lo que empezaba a parecer una factoría.

Otra cosa que os recomiendo no hacer nunca, y menos cuando lo que estáis horneando son galletas, es dejar el horno desatendido. En fin, cuando acababa de meter la última bandeja en el horno, J. me preguntó algo. Subí al piso de arriba, empezamos a hablar, y seguimos hablando, y esas cosas que pasan cuando vives con alguien con quien te gusta hablar, que seguimos hablando y para cuando volví a la cocina un olorcito a galleta quemada ya estaba llenado hasta el último rincón de la casa.
Conclusión: incluso cuando llevas años cocinando sigues haciendo, de vez en cuando, todas esas cosas que sabes que no hay que hacer y que en condiciones normales no harías.  El lado bueno de todo esto, que lo tiene, y mucho, es que las galletas quedaron espectaculares. Solo son aptas para amantes del chocolate, porque son chocolatosas a más no poder. Es como una galleta de mantequilla pero en chocolate: una bomba. Y mirándolo bien, a mis hijas lo que les apetecía de la casa era jugar con la glasa y decorar las galletas, pero el sabor de todo ese azúcar es algo con lo que no pueden. Así que hicimos glasa de un par de colores y lo que hicieron fue decorar las galletas que se habían quemado. El resto las repartí con unos amigos, porque en casa empezaron a volar y éramos muy capaces de zampárnoslas todas de una vez, así que intenté controlar los daños.
Pero como bien está lo que bien acaba, y a pesar de que todo el mundo sigue empachado a estas alturas, yo quería colgar esta receta porque quiero volver a hacerlas en algún momento (seguramente con la mitad de las cantidades originales), que es uno de los objetivos del blog. 

Galletas de chocolate 
(con forma de hombrecitos de jengibre que tenían que haber sido una casa)

Ingredientes

• 100 g de chocolate negro
• 400 g de mantequilla en pomada
• 300 g de azúcar  
• 100 g de miel
• 2 huevos grandes, ligeramente batidos
• 700 g de harina de trigo
• 100 g de cacao
 
Preparación
Derretir el chocolate en un recipiente al baño María o al microondas con cuidado de no quemarlo. Reservar y dejar enfriar ligeramente. Con la batidora de varillas, en un bol grande,  batir la mantequilla con el azúcar. Añadir el chocolate derretido, la miel y los huevos y meclar de nuevo. Tamizar encima la harina y el cacao. Mezclar hasta que se forme una masa. Dividir la masa en cuatro piezas, y llevar al frigorífico unos 30 minutos.
En la superficie de trabajo, poner una bola de masa entre dos hojas de papel de horno. Extender con el rodillo amasador, hasta dejar una plancha de masa de medio centímetro, aproximadamente. Cortar las galletas con un cortapastas a tu gusto. Dejar reposar las galletas en la nevera mientras se calienta el horno a 180 ° C. Hornear las galletas durante 10 minutos.  (yo suelo poner 10 minutos la primera bandeja y 8 minutos las siguentes porque tienden a tostarse demasiado en los bordes).

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7 comentarios

  1. a mi me gustan los ginger!!! son preciosos y se ven deliciosos!!! besoss

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  2. Pues entiendo tu cabreo con eso de necesitar varios días e inutilizar prácticamente la cocina a cuenta de hacer la casita de marras.
    Tu plan B ha quedado estupendo.

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  3. Tão lindos estas bolachas, neste formato que encantadores.

    beijinhos

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  4. yo los hice con mis nietos y no sabes como disfrutaron decorandolos y haciendolos, lo mejor es que le encantaron , te han quedado preciosos, bsss

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  5. Seguro que las niñas disfrutaron igual... Y oye, tienen una pinta deliciosa :-)

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  6. Menos mal que no soy la única que la ilusión le puede y después se da cuenta de los tiempo de una receta... Pues oye, que el cambio de UNA casita por UN EJÉRCITO de hombrecillos, creo que es bastante positiva, incluso con el incidente del horno. :)
    Besos!

    www.monicalopez.es

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  7. Ja,ja,ja...ay, discúlpame que me ría, pero es verdad lo que dices, sabemos muy bien lo que tenemos y tenemos que hacer, pero es que a veces nos confiamos tanto que omitimos nuestras recomendaciones...como cuando tengo que separar las claras de las yemas, sé que debo hacerlo uno por uno y en pocillos separados, en fin, a veces la prisa nos hacer todo junto y zaz, en el último huevo, la yema se mete al tazón de las claras...

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